miércoles, 14 de octubre de 2015

Trazos de letras, trazos de imágenes. Historias que se entrelazan.

Mi papá salía todas las mañanas a andar en bicicleta. Nunca fue un gran deportista, pero siempre se las ingenió para hacer ejercicio. Se me escapa una sonrisa cuando recuerdo cómo me llamaba la atención, siendo niña, verlo hacer elongaciones en piyama, al lado de su cama cuando recién se levantaba. No sé si esa fue una costumbre que mantuvo con los años, lo cierto es que en sus últimos tiempos de vida, salía todas las mañanas a pedalear, en una vieja bicicleta roja de carrera, de esas pesadas, de caño de fierro.

En una de esas vueltas de pedaleo, en un descampado cerca de la costa del arroyo que pasa por nuestro barrio, le llamó la atención algo tirado entre los yuyos altos. Era una bolsa de nylon de la que se escapaban viejas fotos. Una gran bolsa con fotos.

Una fracción mínima de las fotos que inspiraron mi ilustración.

Muchas personas en la misma circunstancia, no hubieran reparado en la bolsa, algunas otras hubieran visto la bolsa pero sin reconocer el contenido, otras tantas –tal vez- hubieran visto la bolsa, las fotos, y las hubieran dejado como estaban: ahí, tiradas en un pastizal, ignorándolas como algo inservible. Para mi padre, fue un hallazgo interesante que decidió llevarse a su casa. Para alguien que gustaba de la fotografía –y de coleccionar cosas- al mirarlo con detenimiento, el hallazgo se transformó en un pequeño tesoro: más de un centenar de fotos antiguas, que pasaban por diferentes generaciones de una misma –y desconocida- familia. Retratos de personas, lugares y diferentes circunstancias a lo largo de más de 50 años de historia familiar. Rostros, sonrisas y poses de estudio. Naturaleza, eventos oficiales y sociales. Y algo más que desconcertaba –y sigue desconcertando-: algunas de esas fotos, no pocas, estaban rotas, cortadas a mano por la mitad: bautismos, casamientos, comuniones, reunión de personas… cortados a la mitad.

Hace unos años, me traje esa bolsa de fotos de la casa de mis padres. Tras la muerte de mi padre, mi madre siguió conservándola, como un raro tesoro –como a tantas cosas que conserva- y no dudó en dármela cuando se la pedí, con la idea remota e improbable, de que pudieran servirme en algún trabajo.



Hace meses, unos cuantos, una agradable sorpresa me llegó a modo de invitación por mail. No era cualquier invitación. La escritora Paula Bombara, como coordinadora del proyecto, me propuso colaborar con una campaña de Abuelas de Plaza de Mayo. El objetivo de la campaña es lograr que finalmente el 22 de Octubre -día en que las Abuelas comenzaron su lucha, declarado como Día Nacional del Derecho a la Identidad- se instale firmemente en las escuelas. Este día ya es parte del calendario oficial de efemérides nacionales, pero le hace falta un empujoncito, y tal vez más, para que todos tomemos conciencia real de la importancia de trabajar y reflexionar desde las escuelas y a través de los docentes, lo que el Derecho a la Identidad significa y conlleva, formando conciencia desde las aulas.

Para tal fin, se convocaron a doce escritores comprometidos con el tema, a que escribieran un texto corto, dirigido a los chicos, que podía ser una microficción, una poesía o una crónica. Cuando los doce textos estuvieron escritos, se llamó a doce ilustradores -entre quienes tengo el honor de estar- personas también interesadas en la causa de Abuelas, y nos asignaron un texto a cada uno, en un bello trabajo de selección, en el que desde la coordinación de Paula y el trabajo conjunto con Difusión y Educación de Abuelas, se tuvieron en cuenta los diferentes estilos tanto de ilustradores como de escritores, para que la muestra fuera diversa y heterogénea desde todos los aspectos.

A los ilustradores nos pidieron que trabajáramos con total libertad desde la interpretación y reinterpretación del texto. Una belleza de trabajo: las únicas condiciones eran las cuestiones técnicas y que el texto se integrara dentro de la ilustración.
Sin dudas, para mí fue un hermosísimo desafío y un placer mirara desde donde lo mirase: colaborar con la causa de Abuelas, trabajar con un texto que me encantó desde la primera lectura, compartir el desafío con mucha gente querida y admirada.


Y aquí se entrelazan las historias: apenas Paula me mandó el microrrelato de Iris Rivera que me tocaba en suerte ilustrar a mí, esas fotos guardadas ni sabía ya dónde, cobraron vida y fueron desde el primer minuto, dentro de mi cabeza, parte del proceso creativo de esa ilustración. No tuve dudas: esas fotos con rostros, actitudes, lugares y circunstancias de personas con identidad propia, pero desconocidas para mí, serían la llave de la ilustración de ese relato.


Así es que en el relato de Iris Rivera "El gato verde", ilustrado por mí, convergieron casi sin querer diferentes significados de la palabra “identidad”, diferentes lecturas de esa palabra, que hoy, a días de inaugurada la muestra de Abuelas de Plaza de Mayo “Ovillo de Trazos”, cobra mayor magnitud aún.


Estela de Carlotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Laura Devetach, admirada escritora argentina de LIJ, Manuel Gonçalves, director de la Casa por la Identidad, con uno de los libros que se entregarán gratuitamente en las escuelas públicas, como parte de la campaña.

Los escritores e ilustradores que trabajaron solidariamente en este proyecto son: Mario Méndez y Alina Sarli; Adela Basch y Ximena García; Silvia Schujer y Paula Elissambura; Andrea Ferrari y Max Aguirre; Laura Devetach y Cristian Bernardini; Iris Rivera y Marcela Calderón; Laura Escudero y Diego Moscato; Ricardo Mariño y Pablo Bernasconi; Franco Vaccarini y Gabriela Burin; Paula Bombara y Matías Trillo; Liliana Bodoc y Viviana Bilotti; y María Teresa Andruetto y Poly Bernatene.La muestra “Ovillo de Trazos” se podrá ver de lunes a viernes de 11 a 17, hasta fin de año. En Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo, en la ex ESMA. Avenida del Libertador 8151.

En www.abuelas.org.ar pueden descargarse de forma gratuita banners, postales y afiches.

viernes, 2 de octubre de 2015

Las casualidades no existen

A esta altura ya todos saben que hace meses -y durante meses- estuve trabajando en un hermoso proyecto: la ilustración del clásico inglés El viento en los Sauces, escrito por Kenneth Grahame, que como libro, vio la luz recién por septiembre de este año. Algunos, también sabrán que en este mismo septiembre, otro libro de características muy diferentes, también fue presentado en sociedad: la nueva novela de Gabriela Margall, El secreto de Jane Austen.


Y muchos también deben saber que con Gabriela nos conocimos a través de nuestros blogs, somos amigas desde hace varios años, y que nuestra amistad se sostiene por charlas casi diarias, en las que hablamos de todo y en las que tenemos días "frívolos" y días "profundos". En nuestras charlas, solemos compartir alegrías y desencantos, frustraciones y felicidades, en torno a nuestros trabajos, también.

Mientras ella escribía su novela, enredada y feliz por el desafío de estar escribiendo su primera novela contemporánea -de la que poco a poco ella me iba dejando entrever alguna cosita-, yo ilustraba con mil detallecitos muy british, esa historia para chicos escrita a mediados de 1800, y le mostraba mis bocetos y avances. Su novela, con personajes contemporáneos, tiene a Jane Austen como hilo conductor, y entonces, lo inglés de los tiernos e hilarantes personajes de El viento en los sauces, se mezclaban con lo inglés de la escritora admirada por Gabriela.

Entonces, un día de verano de mucho calor, le mostré una de las tantas ilustraciones de uno de los muchos capítulos, y Gabriela exclamó: -¡Sexy Fauno!


Yo no sabía, aún, que el Fauno sería otra de las ¿casualidades? que unían nuestros trabajos y charlas por esos días... Sólo meses después, cuando terminada la novela, Gabriela me permitió leer algunas partes, descubrí que los faunos recorrían las páginas de ambos libros con la libertad que sólo estos personajes mitológicos tienen.

Lo que le gustaba de Botticeli eran los bosques, las flores, los árboles que pintaba. Ese color verde oscuro, oliva, esos fondos enrejados de ramas verdes y florcitas blancas. Le contó de las ninfas fugitivas, de lo mucho que le gustaban y de cómo habían inspirado su libro Cuentos fugitivos, cuentos de faunos que perseguían como enloquecidos a ninfas que despertaban su amor. Allí, en el bosque la ninfa que huía de pronto quería ser alcanzada y el fauno no hacía otra cosa que amarla cada vez más. Pero nunca se alcanzaban, porque el hechizo estaba en ser perseguida y desear ser alcanzada y perseguir y no alcanzar nunca. Le habló de una mujer disfrazada con una cabeza de loba que asediaba a un pastor y de su fascinación por esos seres mitad humanos mitad animales. De que en la antigüedad —ella lo sabía— los mitos se representaban y los oficiantes de los rituales se disfrazaban de animales y consumaban el acto sexual en el ritual. Que en definitiva, todo mito era sexual y que él no hacía otra cosa que escribir sobre sexo. 
Párrafo de El secreto de Jane Austen, Gabriela Margall, Ediciones B, 2015.





Pan, el Dios de los Bosques, es el Fauno que aparece en El viento en los sauces, y que tiene su página especial al final del libro, explicando su aparición el la literatura y festivales ingleses de los siglos XVIII y XIX en Inglaterra.

El Fauno de Gabriela, aparece de la mano de Julián Cavallaro, el protagonista de la novela, intentando encandilar a su ninfa, Laura Robles, la bella historiadora dueña de un hermoso sentido del humor, que protagoniza la novela de Margall.


Y yo... no creo en las casualidades ;)

Acá pueden ver la entrada gemela que Gabriela escribió contando esta experiencia. ¡No se la pierdan!



jueves, 1 de octubre de 2015

Alegrías... y cosas que pasan


Hoy el cartero golpeó a la puerta y me entregó el esperado sobre con mis ejemplares de El viento en los Sauces, editado por Miles Kelly Publishing.  ¡Alegría! Tal como se veía en las fotos, el libro es precioso. Todo es muy lindo: el papel, la impecable impresión, la preciosa cajita contenedora, los detalles de todo tipo. Fue un trabajo muy cuidado de cada uno de los que participamos en el proyecto y eso se nota en el resultado final: un bello libro.

Tan hermosa edición, merecía una hermosa presentación, así que, tal como tenía planeado casi desde el inicio de este proyecto, partí caminando, libro en mano y cámara de fotos al cuello, para sacarle las fotos en el escenario que imaginé que se merecía: los sauces a la vera del arroyo Ramallo, que pasa a pocos metros de nuestra casa.

Hasta aquí, la primera parte del título de este post: Alegría... ahora comienza el relato de Cosas que pasan ;)
Puse el libro sobre el tronco de ese sauce, el sauce que desde el principio asocié con este proyecto. Le saqué un par de fotos sobre el árbol, y mientras pensaba "no voy a arriesgar a que se caiga, seguiré sacando fotos del interior en el pasto, con el arroyo de fondo", escuché el fatal "¡PLOF!"... y vi como mi adorado libro se hundía en el agua, desaparecía, y volvía a surgir, flotando.



Lo que sucedió a partir de ese instante, (a horas de haber pasado el hecho y ya con el libro en recuperación -secándose al sol- y mi cabeza más fría) se ve en mi mente como una película de Chaplin, de la que soy total y absoluta protagonista Emoticono smile ... El libro flotaba ¿casualmente? con su tapa para arriba. Flotaba en el río, como el bote de Rata, y se iba mansamente con la corriente. Admito que hubo un microsegundo de desesperación en el que casi me tiro de cabeza a buscarlo... Casi enseguida decidí que no era la mejor opción Emoticono wink Dejé la cámara de fotos y el celular en el piso y a resguardo (algo de sentido común aún me quedaba, je), y busqué un palo con el que acercar el libro a la orilla. El arroyo no está tan crecido como otras veces, y en ese preciso lugar, hay como un metro de barranca -barrosa, porque ayer llovió-. El único palo que encontré fue una rama enorme de fresno caída y con eso, incomodísima, logré trabarlo contra la orilla, luego saltar el escalón que me separaba de él y rescatarlo chorreando agua... Ahora que pienso, la tapa del libro tiene a Sapo, el más hilarante de los protagonistas de El viento en los Sauces, con su cara de desquiciado loco conduciendo un auto... la misma cara que debo haber tenido yo, durante los segundos que duró el rescate :)

Volviendo al principio de este largo post: el libro es de hermosísima calidad: A pesar de haber estado minutos sumergido y flotando en el agua, salió bastante bien parado de su aventura acuática. Yo ahora, puedo reírme de todo lo pasado...

¡Y miren qué lindo que es! :)











Today, the postman knocked at my door and delivered me the expected envelope with my copies of The Wind in the Willows (http://www.mileskelly.net/). Hapiness!  As seen in the photos, the book is lovely. Everything is very cute: the paper, the printing, the beautiful container box, the details of all kinds. It was a very carefully job of each of us involved in the project and it is shown at the result: a beautiful book.

So beautiful edition, deserved a beautiful presentation, so as I planned almost from the beginning of this project, I went walking, book in hand and a camera around my neck, to get the pictures on stage I figured he deserved: the willows beside the stream Ramallo, which passes by a few meters from our house.

From now on, the story changes....
I put the book on the log of the willow, that willow I've been associated with this project from the beginning. I took a couple of photos of the book on the tree, and while thinking "I'm not going to risk it to fall, I'll keep taking pictures of the interior in the grass, with the river background," I heard the fatal "PLOP!" ... and I saw my beloved book sank into the water, disappeared, and returned to emerge, floating.

What happened from that moment ( hours had passed since the incident and the recovered book is drying by the sun) appears in my mind as a Chaplin film, of which I am totally and absolute protagonist Emoticono smile ... The book was floating with its cover up. It was floating in the river like Ratty boat , and went meekly to the stream. I admit there was a microsecond of despair in which I almost jumped into the water to look for it... Almost immediately I decided it was not the best option Emoticono wink I looked for a stick to bring the book to the bank. The stream is not as grown as usual, and at that place, there is a meter of gully. I found a huge branch of ash fallen in the grass and with that, very uncomfortable, I managed to lock it against the shore, then skip the step between me and it and rescued it, dropping water ... Remembering that moment now, I think the cover of the book shows Toad, the most hilarious of the protagonists of The Wind in the Willows, with his crazy face driving a car ... the same face that I might have had while lasted the rescue Emoticono grin

Returning to the beginning of this long post: the quality of the book is amazing. It had been floating on the stream some long minutes and it doesn't look so bad right now... And I can laugh after all :)