martes, 16 de abril de 2013

domingo, 14 de abril de 2013

Una señal


Ocho años. Sólo ocho años, tenía yo. Llegaste de ese viaje con un regalo para cada uno de los tres, como siempre. A mí me regalaste un lápiz. Un lápiz portaminas. Un lápiz "importante", de adulto, que ratificaba mi condición de "ser la mayor". No pude valorar la relevancia de ese hecho en ese momento. Recuerdo la sensación de envidiar a Vero porque a ella le habías traído una muñeca rubia, símil Barbie. Mi cara lo debe haber dicho todo, porque a la vuelta del próximo viaje, la muñeca símil Barbie –pelirroja, en este caso- fue para mí.

El caso es que la muñeca pelirroja aún existe entre las muñecas de mi hija –ya adulta ella también- y el lápiz que ya tiene 35 años, es el lápiz que sale de mi cartera para apoyarse en mi mesa de dibujo. Es el lápiz con el que proyecto, imagino, boceto, todas mis ilustraciones y con el que escribo mis sentimientos-pensamientos…

En el sueño, yo estaba rodeada de gente desconocida esperando para entrar a una escuela. Alguien me preguntó por ese lápiz amarillo que yo acababa de sacar de mi cartera. Bajé la vista hacia mi mano, como para empezar a relatarle a esta persona, la historia de ese lápiz. Y en el momento en que levanté mi mirada, vos estabas frente a mí, a escasos centímetros, mirándome… tan cerca como para desarmarme -en el mismo sueño- jadeando de sorpresa… Tan cerca como para abrazarme de golpe, en un abrazo apretado que me deshizo en lágrimas de incredulidad y nostalgia, los suficientes segundos como para que yo siga –aún- sintiendo lo tangible del contacto físico en ese abrazo… y la caricia de tu mano en mi pelo.

Esa señal.