miércoles, 27 de agosto de 2014

Emoción

El viernes 22 de agosto a las 18 horas, mis nervios estaban en índices elevadísimos: el momento de presentar mi libro Mi Bisabuela Hilaria, escrito e ilustrado por mí, y publicado por Del Naranjo en mi ciudad (San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires, Argentina), en mi barrio SOMISA, en el club que me vio crecer, había llegado. Hasta ese viernes mismo no me había dado cuenta de cuánta emoción conllevaba ese acto.

Fue hermoso y muy emotivo. Agradezco infinitamente a la Comisión de Cultura del Club Del Acuerdo que me invitó generosamente a realizar este evento y a Silvia Paoloni especialmente, que me ayudó y acompañó en cada uno de los detalles y momentos de la organización. Mis emocionadísimas GRACIAS a Patricia Rabadá que se "tiró a la pileta" conmigo al aceptar mi pedido de que fuera ella quien narrara mi cuento para los chicos durante la presentación. A todas sus compañeras de Cuentacuentos Nicoleños que se acercaron desinteresada y generosamente a apoyar y acompañarme a mí y a Patricia, a mi familia, mi madre, mis hijos, mi marido Fernando Chamorro (que fue el ojo detrás de cada una de estas fotos -y por eso es que no está en ninguna- y es mi apoyo incondicional en la vida ), a mis amigos, los que fueron y los que no pudieron pero me alentaron y acompañaron de mil modos diferentes, y finalmente, a todos los que se acercaron para acompañarme en ese rato, llevando a sus hijos, sobrinos, nietos, amiguitos para deleitarse con el relato dulce de Patricia y acompañarme en mi emoción. 
Muchas gracias a todos. 

Mi alegría es infinita.















jueves, 21 de agosto de 2014

Invitación



Invito con mucha alegría y emoción a tíos/as, abuelos/as, padres, madres, amigos/as de San Nicolás, Somisa y porqué no, a todo el que quiera viajar y estar, a que acompañen a sus niños a la presentación del libro Mi Bisabuela Hilaria, escrito e ilustrado por mí y editado por Del Naranjo.
Es un inmenso orgullo para mí presentar este libro en el barrio que me vio crecer, en las instalaciones del club de mis amores. Me encantaría que me acompañen.

:D

martes, 12 de agosto de 2014

Un nuevo sello

En honor a Renato, el zorrito de Retrato de un zorro cachorro.
Texto: Roberta Iannamico. Ilustraciones: Marcela Calderón.
Serie Los Piratas. Colección Barco de Vapor. SM Ediciones Argentina. 2014.






martes, 5 de agosto de 2014

Recuerdos ajenos: Mi madre



El barco era enorme y la niña muy pequeña.

-Viviremos mejor en Argentina. Es un hermoso país – le dijo su mamá, abrazándola tan fuerte que le hizo doler.
-“Pero… a mí me gusta vivir en Bivona”- pensó la niña… sin decirlo.

Caminó entre las anónimas personas. Tantas personas. Se respiraba un aire cargado de alegría impostada, de ansiedades, de tabaco fuerte y de sal. Siguiendo ese último olor, salió a cubierta. Allí estaba: el cielo confundiéndose con el mar, la inmensidad azul, junto con esa sensación extraña de pérdida, que ella, tan pequeña, no pudo comprender (aún).

Corrió hasta donde estaba su madre para contarle de ese océano sin horizonte, pero en el camino se olvidó de lo que quería decir. La asaltó el recuerdo de una niña mayor que ella, menuda, con quien jugaba cuando iban a visitar a la nonna a Roma.
-Mamma… ¿Y M.?
Su madre le acarició la mejilla, la miró largamente y sin responderle, soltó un sollozo contenido.

El barco era enorme, las preguntas sin respuesta, muchas… y la niña muy pequeña.

- No molestes, Pina. Tu mamma no se siente bien - le dijo su padre, mientras vestía a su hermanito.

Se sentó en el piso, al lado de su cama. Apoyó la mejilla en la frazada áspera que cubría el cuerpo tibio de su mamá. No pudo saber si ella dormía o estaba despierta. Escuchó su respiración irregular y cerró los ojos, percibiendo el levísimo sube y baja del andar del barco. Las imágenes felices la abrazaron: el aroma a pan horneándose que subía de la cocina a su habitación en las mañanas, la frescura del agua de la fuente al final de la calle, el balido de la cabras en el campo cercano, la piedras blancas de la vereda bajo sus pies descalzos, el sol en su cara, la risa de su madre cuando… ¡Claro, eso iba a servir!

-¡Mamma! – exclamó repentinamente olvidando la orden de no molestarla. –¡Juguemos a adornarnos las orejas con cerezas! Ya deben estar maduras…
Su madre entreabrió los ojos con esfuerzo y apenas pudo susurrar: -No hay cerezas aquí, cara mia.

El barco era enorme y la niña muy pequeña.

Por una interminable rampa de madera, bajaron a su madre -tan quieta- en una camilla. Esa fue la última imagen que tuvo de ella.

Parada en esa tierra ajena, aferrada a las manos de su padre y su hermanito, sólo atinó a cerrar fuertemente los ojos. Un perfume fresco, dulzón y rojo, de cerezas maduras, la envolvió, la acarició y se quedó en ella, para cuando hiciera falta…