


Hace un par de años, estando de vacaciones en mi querido Río Ceballos, me compré unas madejas de lana de oveja hilada a mano, sin tener un objetivo concreto, sólo porque las vi y me enamoré... Tardé mucho en decidirme a ovillarlas y tejerlas. La verdad es que me fascinan los hilados naturales, cuanto más rústicos mejor. Tienen el valor agregado de ser 100% naturales... De la oveja a las manos de la hilandera, al huso manual... y de ellos, a mí. Pero, por otro lado, para usar esos tejidos debería vivir más al sur, porque son lanas que pinchan y raspan. Apropiadas para un clima más frío que éste que me toca vivir en esta zona de la provincia de Bs. As. Así que no estaba muy segura de qué tejer. Finalmente, me decidí a transformar las madejas en ovillos y con ellos y mi aguja de crochet, tejí un largo rectángulo tipo chal. Después lo uní por la mitad, dejando un agujero del ancho de mis hombros, para que terminara transformándose en una especie de poncho irregular... La madeja más oscura la usé para ribetearlo todo en punto pop corn. Y ya que estaba, tejí unas "fantasías" e hice unos pompones, para improvisarle un broche. Y me encantó el resultado. Es muy calentito, y como va encima de todo, no pincha. Lo que más me gusta: todavía conserva el olor del vellón de la oveja.
Inspirada por
Del y
Lau, decidí mostrarlo.